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Leer másEl pasaporte es el nuevo bolso de diseñador ¡y no es una metáfora ligera! En una industria donde el significado del lujo se reinventa a cada década, la era post-pandemia ha reconfigurado los códigos del deseo: el estatus ya no se mide por la visibilidad de un logo, sino por la exclusividad de una vivencia.
Según el último informe de Bain & Company (Luxury Goods Worldwide Market Study, 2023), el segmento del “lujo experiencial” creció un 20% más que el lujo material. Esto incluye desde viajes a destinos remotos, hasta cenas privadas con chefs Michelin o retiros de bienestar personalizados. En contraposición, los bienes de lujo tradicionales —como bolsos, relojes o zapatos— siguen creciendo, pero con menor dinamismo.
La pandemia hizo más que detener vuelos: hizo reflexionar al consumidor sobre el valor de su tiempo y sus vivencias. El resultado es una migración emocional: ya no basta con tener, ahora se necesita vivir. Y más aún: compartir. En un entorno digital saturado de imágenes y relatos, la experiencia se convirtió en moneda de validación.
No es casual que en redes sociales las imágenes que más generan deseo no sean de vitrinas, sino de villas en Capri, picnics en la campiña francesa o travesías náuticas por la costa amalfitana. El lujo contemporáneo no se compra, se experimenta —y se documenta.
En este contexto, el pasaporte se transformó en símbolo emocional y social, una extensión del lifestyle aspiracional. Tener un bolso Hermès sigue siendo relevante, pero estar en la lista de invitados a un retiro wellness organizado por la misma marca es, para muchos, la máxima expresión de pertenencia.
Marcas como Dior, Hermès y Loro Piana han leído este cambio con claridad y estrategia. Ya no basta con vender un producto bello: hay que ofrecer acceso a un universo curado, sensorial y único.
Dior, por ejemplo, ha lanzado las Dioriviera Pop-Ups, que son boutiques efímeras instaladas en destinos paradisíacos como Mykonos, Ibiza o Saint-Tropez. Estas no sólo ofrecen productos de edición limitada, sino también activaciones como clases de yoga, catas de vino o experiencias culinarias diseñadas por chefs locales.
Hermès ha sofisticado aún más su conexión con la equitación: organiza cabalgatas privadas, picnics campestres y escapadas ecuestres en destinos de alto nivel. Todo con una curaduría estética y sensorial impecable. No se trata solo de montar, sino de sumergirse en la filosofía Hermès.
Loro Piana, por su parte, ha vinculado su herencia con el viaje. Promueve experiencias de navegación privada por el Mediterráneo, eventos en estaciones de esquí de lujo y colaboraciones con yates y hoteles boutique. Cada punto de contacto está cuidadosamente pensado para evocar sensaciones de suavidad, silencio, sofisticación y confort —los mismos que sus tejidos transmiten.
En un escenario donde los objetos se multiplican y los feeds están saturados de lo mismo, la experiencia se ha convertido en la forma más valiosa de distinción.
Viajar, en este contexto, no es solo descanso. Es capital simbólico. Es expresión. Es narrativa.
El lujo ya no se guarda en cajas, se vive, se saborea y se comparte.
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