Agosto 2024

Bad Bunny llega a Yale: el reguetón como resistencia cultural

Yale ofrecerá un curso sobre Bad Bunny, explorando su impacto en la política, la identidad latina y el poder del arte popular.

Por: Jesús Alcalá

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La noticia de que Yale, una de las universidades más prestigiosas del mundo, impartirá un curso centrado en Bad Bunny ha dado la vuelta al mundo. Para algunos, puede sonar a frivolidad. Pero para quienes entienden que la cultura popular es también política, este curso representa una reivindicación histórica.

No se trata de estudiar sus ritmos pegajosos ni de analizar sus premios, sino de entender cómo su figura articula temas de colonialismo, migración, masculinidad, clase e identidad latina.

En un momento de gran tensión racial y migratoria en Estados Unidos, Yale reconoce el poder simbólico de uno de los íconos culturales más influyentes de la última década. ¿Por qué importa tanto esta validación académica?

El reguetón como arte y resistencia

Históricamente subestimado por el mainstream y la academia, el reguetón ha sido muchas veces denigrado como vulgar, violento o banal. Pero sus raíces son profundas: nace en los márgenes de Puerto Rico, alimentado por el hip hop, el dancehall y la denuncia social. Es música de las calles, del Caribe urbano, y como tal, ha sido vehículo de expresión para generaciones enteras.

Bad Bunny, cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio, tomó esa base y la amplificó. Con sus letras provocadoras, su estética sin etiquetas y su activismo vocal, se convirtió en el artista de habla hispana más escuchado del planeta. Pero más allá del récord de streams, ha sido un disruptor cultural.

Sus canciones han abordado desde la violencia de género (“Andrea”) hasta la crisis política en Puerto Rico, pasando por cuestionamientos a la masculinidad tradicional. Todo esto hace que sea una figura digna de estudio en una universidad como Yale, donde lo popular y lo académico empiezan a encontrarse sin prejuicios.

Identidad latina, migración y legitimidad cultural

Este curso no surge en el vacío. Ocurre mientras Estados Unidos debate reformas migratorias, persiste en la discriminación sistemática a comunidades latinas, y atraviesa una oleada de tensiones raciales. En ese contexto, que una institución como Yale ponga en el centro de discusión a un artista latino caribeño —de un territorio que aún es colonia de EE. UU.— no es un gesto inocente.

Estudiar a Bad Bunny es también estudiar a Puerto Rico. Su música lleva la marca del despojo colonial, de la resistencia cultural, y del orgullo identitario. Cuando se sube al escenario con faldas, cuando colabora con artistas drag, o cuando denuncia la violencia del Estado, está enviando un mensaje desde la periferia hacia el centro del poder cultural.

Este curso en Yale valida que las expresiones culturales de los márgenes son tan complejas y valiosas como cualquier texto canónico. Y plantea una pregunta incómoda: ¿por qué tardó tanto en llegar este reconocimiento?

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