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Browne convirtió el traje clásico en un código cultural. Sus proporciones recortadas, sus cardigans de lana fina, el gris institucional, el guiño al uniforme y el bordado académico llevaron el tailoring a una lectura editorial que conectó con museos, celebridades, directores creativos y una audiencia que exige intención estética, no solo vestimenta correcta.
Su éxito se sostiene en algo fundamental: convertir el traje en concepto, no solamente en prenda.
Este premio no es solo un título más. La CFDA está legitimando el menswear como espacio intelectual, como laboratorio real para nuevas narrativas de masculinidad, y como terreno estratégico del lujo estadounidense.
En un momento donde las capitales creativas —Nueva York, Los Ángeles, Londres, Milán— presionan hacia discursos híbridos entre arte y moda, Browne demuestra que el diseño masculino bien construido es más potente que nunca.
La moda masculina ya no es “el hermano menor” de la alta costura.
Y este 2025, Thom Browne lo deja como evidencia.
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