El vestuario en una producción escénica no es meramente decorativo....
Leer másLagerfeld no fue solo un diseñador, fue un estratega cultural. En 1983 resucitó a Chanel, entonces considerada irrelevante, y la convirtió en un fenómeno global. Supo reinterpretar códigos clásicos (el tweed, la camelia, el bolso acolchado) y dotarlos de frescura sin perder elegancia. En Fendi, durante más de cinco décadas, reinventó las pieles y demostró que la creatividad no tiene fecha de caducidad.
Hoy, muchas marcas parecen atrapadas en un ciclo repetitivo: colecciones que reciclan fórmulas seguras para garantizar ventas, más que para inspirar. La lección de Karl es clara: la innovación es lo único capaz de sostener a una marca en el tiempo.
El mayor aporte de Lagerfeld no fue solo estético, sino conceptual. Convirtió al director creativo en figura pública y mediática, un narrador capaz de tejer historias más allá de la ropa. Sus desfiles eran espectáculos cinematográficos: supermercados, playas artificiales o cohetes espaciales en pleno Grand Palais. Cada pasarela era una narrativa que unía moda, arte y cultura pop.Hoy, cuando las redes sociales reducen la moda a microtendencias y algoritmos, la ausencia de figuras con ese poder narrativo es evidente. La industria podría nutrirse de Karl recuperando esa capacidad de contar historias grandes, universales y culturales, que devuelvan a la moda su dimensión artística.
Más que nunca. No para repetir sus fórmulas, sino para rescatar la valentía de pensar distinto, arriesgar y emocionar. Su legado recuerda que la moda es mucho más que un producto: es cultura viva.
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